MIRADA RETROSPECTIVA |
¿James Brown y los
Stooges? ¿Aretha Franklin y MC5? ¿Otis Redding y Black Flag? Si
amigos… estas extrañas asociaciones se pueden dar. De hecho, se
dan en este artefacto, nunca mejor definido un disco.
Rabia punk, ritmos
soul, rock, garage… todo ésto te vas a encontrar en “Meet The
Bellrays”, un conglomerado de canciones, grabadas casi en su
totalidad en directo, durante ensayos, por parte de Lisa Kekaula, y
sus chicos. Directas al mentón, sin contemplaciones.
Aunque la banda ha
bajado en nuestros dias, considerablemente, esa rabia , espontaneidad
y fuerza que destilaba en sus primeros tiempos, de vez en cuando
viene bien recordar cómo han llegado hasta aquí. Y la mejor manera
en la que lo puedes hacer es haciéndote con este trabajo, que resume
alguna de sus canciones primerizas. Como os comento, el sonido es
sucio, directo, pero es que es así como se disfruta un disco como
éste.
La culpa de estos
benditos sonidos la tienen Lisa Kekaula, una ex cantante de jazz, y
su marido, Bob Vennum, que supongo que fue el que reconvirtió a la
dueña de esa portentosa voz en la bestia que se desata a lo largo de
los surcos. A ambos los han arropado, a lo largo de varios trabajos,
un bajista y un batería sin mayor relevancia. El núcleo duro está
muy claro.
LA GRAN LISA KEKAULA Y SUS FIERAS |
De California, estos chicos no hubieran desentonado nada
en un cartel, en Detroit, con Iggy y sus Stooges o con MC5. Les
hubieran hablado de tú a tú. Supongo que otro tipo muy dado a estos
desfases, como Henry Rollins, hubiera matado por haber participado en
este disco.
Burradas enlazadas
unas con otras, como “Fire On The Moon”, “Under The Mountain”,
“Blues For Godzilla” (gran título ¡!!)… sin descanso. No hay
tregua. Es un disco que casi tocan de tirón… temas de no más de
tres minutos. Solo meten un par de medios tiempos que nos dan
oportunidad de recuperar el resuello hasta el próximo puñetazo.
Estas canciones,
desplegadas en un garito no muy amplio, con grandes dosis de cerveza
corriendo, debe ser todo un nirvana para todos aquellos que amamos
estos sonidos irreverentes y macarras. Distorsión y velocidad a
raudales.
Es difícil no
hablar con pasión de un disco que destila precisamente eso. Pasión
y buenos temas. Sin complicaciones… sin aditivos ni colorantes. En
crudo.
Como debe ser.
Ritchie
Moreno
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