GUNS N' ROSES 'APPETITTE FOR DESTRUCTION'




De cuando el mundo, y no solo el del rock’n’roll, se puso patas arriba, Capítulo I…
Hay muchos discos que han cambiado, para bien o para mejor, el rock en la Historia: “Sgt. Pepper”, “Led Zeppelin IV”, “Electric Ladyland”…
En los ochenta, a finales, surgió el último bombazo. Uno de esos discos que la gente recordará como “de manual”. De manual de como hacer que un disco de rock guitarrero, agresivo y veloz, hiriente como un cuchillo, se colara en casi todas las casas que contaran con un equipo estéreo. Para nuestro disfrute, y el terror de más de un padre o madre.


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1987
Algunos dirán que no hay mucha explicación para esto: en plenos años 80, el rock de esas características no gozaba precisamente de buena salud, y menos en un país tan pacato y retraído en ese sentido como los USA. De acuerdo que, en el circuito underground, sobre todo angelino, se podía disfrutar de bandas absolutamente macizas y combativas, como los tipos que nos ocupan. Pero era eso… muy minoritario. Hasta que a unos hábiles, habilísimos ejecutivos de Geffen cayeron en la cuenta de que no solo podrían animar el cotarro, sino que además, de paso, se podían llevar unos buenos pellizcos a la buchaca.


Cogieron por banda a unos tipos absolutamente caóticos, que ya llevaban un tiempo dando bronca por garitos de LA, a pelea por concierto: Duff McKagan y su aire punk, Izzy Stradlin’ con su vena de rock clásico. Axl Rose y su tremenda agresividad, vocal y de actitud. Slash y su guitarra incendiaria. Y un drogadicto sin remedio que le pegaba que la rompía, Steven Adler. Me imagino la cara de estos cinco personajes, que hasta entonces habían estado malviviendo en cuchitriles, drogándose, bebiendo y jodiendo a todo lo que se movía, cuando los de Geffen les propusieron un contrato que les iba a convertir en mega-estrellas del rock. Y que les iba a subir el pavo a la estratosfera.


Estaba todo previsto. Hasta la portada del disco era lo suficientemente transgresora, aunque luego dieran marcha atrás por su supuesto apología de la violación. Incluso en el último momento se decidieron por un productor más hard que el que tenían en principio en mente: “Mutt” Lange fue sustituido a última hora por Mike Clink, un tipo que sabía como afilar guitarras. Iban a ir a saco.

Aquellos incautos, de los primeros que se atrevieron a comprar semejante artefacto, no podían creer lo que encerraban esos surcos. El bofetón primerizo que recibieron con las primeras notas de “Welcome To The Jungle” supongo que les dejaría anestesiados ya para el resto de la avalancha. Hard rock, muy hard, excesivamente hard, sin concesiones. Y la tremenda crudeza, la urgencia de un tema tan punk (cortesía de Mr. McKagan) como “It’s So Easy” terminarían de noquear al más plantado. Joder, aún recuerdo estar en mi casa, y pinchar una y otra vez ese tema, obsesivamente, antes de pasar al resto del disco.

No hay respiro en la primera parte del disco. Si no has tenido bastante con los dos primeros puñetazos, aún te esperan después dos andanadas más: la más clásica “Nightrain”, (un homenaje a un vino barato, una especie de Don Simón de LA), con su aire de los Aerosmith más macarras, y un trabajo solista de Slash que tumba de espaldas. En este tema se forjó la leyenda de este hombre. Y la de Steven Adler, como uno de los golpeadores más duros del planeta. No, filigranas no. Golpeo seco y directo, al mentón.

“Out ta Get Me”. Me persiguen… quieren atraparme… grita Axl como un poseso, en una canción que bien podría llevar el sello de unos MC5 o unos Stooges enloquecidos y saturados de guitarras. Todo un jodido himno “outlaw”. 

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“Mr. Brownstone” baja un poco las revoluciones del disco, antes de que te dé un infarto o te estampes contra alguno de los muebles de tu casa haciendo “air guitar”. Su ritmo, macarrazo pero cachondón al mismo tiempo, y el casi rapeo de Axl de la letra, esconden un tema que a mí me parece podrían haber firmado unos Lynyrd Skynyrd de ciudad… de la ciudad del pecado: “Paradise City”.



El tema que eligieron como primer single del disco, creo que no hace justicia al resto del disco. Cualquiera que haya comprado este trabajo pensando que todas las canciones iban a ser como ésta, casi un himno de estadio, se llevaría una sorpresa. Lo mismo les ocurriría a todos aquellos incautos que supondrían lo mismo con “Sweet Child O’Mine”, una canción que ha sufrido cierto daño con el tiempo a base de machacarla en infinidad de radio-fórmulas, sean o no rockeras.


“My Michelle” y “Think About You” llevan el sello inconfundible del cerebro en la sombra: Izzy Stradlin. Ese hombre que ocultaba su rostro con el flequillo, con cierto aire frágil y tímido, si lo comparamos con la arrogancia y la chulería del resto de los componentes. Ese hombre y su inmenso guitarrón Gretsch puede que sea el tipo más macarra de los cinco o, por lo menos, el más interesante musicalmente. Sus trabajos en solitario, tras su marcha del supergrupo, así lo demuestran. A no perderse el magnífico debut que hizo con su propia banda, los Ju Ju Hounds, donde le acompañaban tipos tan eficientes como Rick Richards, de Georgia Satellites, y otros entrañables forajidos.

Hacia el final del disco encontramos los temas más caóticos y deslavazados de este trabajo, pero no por ello menos contundentes: “You’re Crazy” y “Anything Goes”, para terminar con otro de los himnos inmortales de la banda, el soberbio “Rocket Queen”, uno de los platos fuertes del directo de los angelinos.
¿La pena? Que todo empezó…. y se acabó con el mismo disco.

Lo que vino después ya era un supergrupo, abrumado por los excesos, y en manos, absolutamente en manos, de los mismos personajes maquiavélicos que lo habían creado. Dos obras como “Use Your Illusion I y II”, son todavía discos soberbios, pero ya en ellos se echa de menos esa rabia, esa urgencia, esa agresividad y frescura de este primer trabajo. Todo está más organizado, no como en “Appetite…” donde estoy casi seguro que alguien les diría a los chicos: “salid a tocar, y divertíos”.

Hard rock, punk, actitud… éste es un disco que todavía pone los pelos de punta cuando lo pinchas. Y seguirá poniéndoselos a generaciones futuras, que verán en él un resumen casi perfecto de todo la filosofía que ha dominado este movimiento. El sexo, las drogas y el rock’n’roll.

Ritchie Moreno


 





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