1978
El pasado 18 de Septiembre cumplió 64
años uno de los mayores genios que haya dado la música
norteamericana, aunque no todo el mundo está enterado de su
existencia. Se trata de Kerry Livgren, miembro fundador y verdadera
“alma matter” de ese supergrupo que fue (y sigue siendo, aunque a
mucha menor escala) Kansas.
Todos los años me sube la fiebre con
esta gente un par de veces… y ésta es una de ellas. Así que,
aprovechando mi estado absolutamente febril, y gracias a la
oportunidad que me brinda el compañero Caído, me voy a detener a
comentar uno de los discos en directo más impresionantes que nos
regalaron los 70, y un verdadero compendio de lo que fue la
trayectoria de este Gran Dinosaurio. Me refiero a ese monumento que
fue “Two For The Show”.
Grabado en las giras que el grupo
mantuvo por los USA durante los años 1977 y 1978, en él podemos
encontrar a la banda en su más alto cenit creativo. Su mejor obra en
estudio “Point Of Know Return” estaba fresco en las tiendas, y
ese disco los convertiría en un auténtico fenómeno de masas en
USA, por lo que sus conciertos eran más que multitudinarios.
También encontramos en él a la
formación más clásica que, aparte de Livgren (guitarras y
teclados), constaba de Steve Walsh (voces, teclados), Phil Ehart
(batería), Dave Hope (bajo), Rich Williams (guitarras) y del bueno
de Robby Steinhardt, con sus voces y su mágico violín. Por cierto,
este buen hombre no pasa precisamente por sus mejores momentos:
problemas de salud graves tienen a todos los fans de la banda
americana pendientes constantemente de su evolución. Algo parecido
sucedió hace tiempo con el propio Livgren, que a punto estuvo de
dejarnos debido a un infarto cerebral que, por lo visto, le ha dejado
alguna que otra secuela física que está aún superando. Los Dioses
también tienen sus achaques.
Vamos al lío… la primera parte del
disco la dedican en gran parte a su recién estrenada, por aquel
entonces, obra maestra, “Point Of Know Return”, así que, tras
una introductoria y mágica “Song For América”, la canción que
da título a esa obra y “Paradox” despliegan todo el potencial
progresivo que la banda poseía en aquella época: constantes cambios
de ritmo, ahora rápido, ahora, más pausado. Las voces de Walsh y
Steinhardt compitiendo entre ellas, o uniéndose para ofrecernos unos
coros y estribillos mágicos. Hope y Ehart, de motor silencioso, (o
no tanto, Ehart la pega que la rompe). Y Williams y Livgren,
intercambiándose solos y buen hacer guitarrero.
Tras la presentación de ese álbum,
viene lo que para mí es el punto fuerte del disco: ese triunvirato
que forman “Icarus (Borne On Wings Of Steel)”, con ese riff
poderoso, casi metálico. “Portrait (He Knew)”, y su tempo
bluesy, y esa maravilla que es “Carry On Wayward Son” que, junto
con “Dust In The Wind” son el mayor legado que ha dejado la banda
en la historia de la música Rock. Si tuviera que quedarme con solo
tres canciones de este disco, indudablemente, serían las
mencionadas.
Después de este orgasmo musical, la
banda se recrea en tempos antiguos como “Journey From Mariabronn”,
y después, en una especie de “jam-medley” con la archiconocida
“Dust In The Wind”, y “Lonely Wind”, que sirven además para
que los solos de algunos miembros pasen a tomar protagonismo.
La tranquilidad se acaba, y la feroz
“Mysteries And Mayhem” nos recuerda la manera en la que éstos
chicos pueden rockear duro, con un Steve Walsh llegando a unos agudos
imponentes. Uno de los mejores cantantes de rock norteamericanos, sin
duda.
El disco se cierra con un pequeño
fragmento de uno de sus temas más largos “Lamplight Symphony”, y
esa joya épica que se llama “The Wall”, donde las guitarras
solistas y la voz de Walsh alcanzan niveles absolutamente bellos y
dramáticos. Para finalizar, otra concesión a la vieja escuela con
“Mágnum Opus”, con el sinfonismo de la banda tomando ahora
protagonismo.
Esto, en cuanto a la edición simple
del disco (que, en realidad es doble). Para los fans de la banda,
entre los que tengo el orgullo de encontrarme, y para todos aquellos
que hayan conectado con su música, indispensable buscar y hacerse
con la edición remasterizada que apareció hace dos o tres años. Si
estuvieramos hablando de vinilos, seguramente hablaríamos de un
disco cuádruple. Y en ese material añadido, la orgía sigue: temas
absolutamente indispensables como “Lonely Street”, “Closet
Chronicles”, “Down The Road”, o la fabulosa “Miracles Out Of
Nowhere”. Es decir, que no estamos hablando de material de relleno,
sino de temas macizos que, por no sabemos qué causas, se quedaron
fuera del material original.
Como curiosidad, el disco lo dedica la
banda a John Hoffert, un joven fan de 14 años que, volviendo a casa
después de un concierto de Kansas en El Paso, sufrió un grave
accidente y quedó ciego. Ver al grupo fue una de las últimas
experiencias visuales que tuvo en su vida.
Podríamos nombrar a cualquiera de los
discos de la banda como el más representativo, pero creo que este
directo, por la época en la que se grabó, y las canciones
incluídas, unido al tremendo estado de forma de la banda en esos
momentos, es el mejor legado que los de Topeka nos han dejado, y una
de las piedras angulares del rock progresivo (si, rock progresivo, el
término “rock sinfónico” nunca me ha gustado, aunque Kansas
serían los verdaderos abanderados de ese término).
Una recomendación muy especial para
todos aquellos que amen la música rock de los 70.
Ritchie Moreno
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