STONEWALL NOISE ORCHESTRA: "SALVATION"+ BLACK SABBATH "13"




¿Os suenan de algo los Demon Cleanes? A mi de nada colegas...Y para ser sinceros estos "Stonewall Noise Orchestra" tampoco. Pues los Demon Cleanes eran la banda embrión de estos "SNO" que ya llevan con la publicación de este "Salvation". Cuatro trabajos ¡Y yo con estos pelos!

También es fácil preguntarse el país de procedencia, si, seguro que más de uno ya ha pensado que seguramente sean nórdicos, ¡Y lo son! De Suecia concretamente, osea que son paisanos de Graveyard aunque personalmente creo que no están a la altura de los autores del "Lights Out".

Y si, esta banda practica el mismo deporte basado en riffs pesados setenteros como los Graveyard, osea "Stoner Rock" cañero y directo a la yugular.

Aunque la diferencia estriba en que "SNO" vuelven su vista con más frecuencia al polvo del desierto americano que levantan bandas tipo Queens Of Stoneage o Hermano.

Las dos primeras canciones de "Salvation", "Die Die Die" y "New Age Inc" se dejan querer por estas bandas americanas, y el vocalista "Singe" hace lo propio con Josh Homme, volcándose en "Moonsoon Song" con la versión más psicodélica de este tipo de grupos.


Naturalmente que no puede faltar una buena ración de los Black Sabbath, y en "Chemical Sky" la encontrarás con un aliño especiado a lo Wolfmother o "Andrew Stockdale" que es como decir lo mismo.

Justo en el ecuador del disco "The Escape Artist" y "Good of Black Magic" nos dan un poco más de lo que esperaríamos del típico recorta y pega "Stoner" de los Sabbath.

En esta ocasión muestran dos pesados y potentes Hard Rockers más pensados en fans de Soundgarden que  de unos "Toad" o unos "Granicus".

En terrenos alucinógenos de puro cannabis musical como "The Surgeon & The Virgin", los suecos serpentean realmente bien inoculando venenosos riffs y modelando armonías muy bien pensadas, efectivas y logradas.

Les falta por pulir un poco más algunas canciones y un sello potente que los mime un poco. De momento llegarán a unos pocos que disfrutarán de trallazos del calibre de "Dead Eden".

Caído en Little Big Horn




Dicen en el documental “A Headbanger’s Journey” que el Heavy Metal, aunque normalmente atribuido a tres bandas, lo inventó en realidad Tony Iommi, cuando dio con la escala maldita, que suena más a Infierno que a Cielo. Sea como sea, los riffs de Iommi, maestro entre maestros, son a estas alturas muestra de lo que el heavy metal clásico debe ser, y escala en el que todas las bandas que vinieron después, unos más otros menos, deben medirse.

Añadámosle ritmos pesados, tempos lentos y la endiablada voz de Ozzy, y el conjunto es tan inconfundible como lo que, 35 años después de su último disco juntos, nos ofrecen Black Sabbath en “13”. 

Quienes no buscaban más que el retorno a los escenarios del cuarteto (ahora trío, más la incorporación de Brad Wilk a las baterías) británico, ya lo tienen. Quienes preferían material nuevo en el que las carencias vocales de Ozzy pudieran ser maquilladas, el día 11 de junio podrán hacerse con estos ocho temas tan marca de la casa que parecieran hechos con una plantilla que guarda el guitarrista en su casa.

El 13, ya sabemos, es el número gafado. Sin embargo, no hay en este disco nada dejado al azar: desde el primer segundo de “End of the Beginning”, con esa introducción característica (¿dónde está el sonido las campanas y la lluvia?), no hay duda de que estamos ante los “verdaderos” Sabbath, con un Ozzy que parece a primer oído haber recuperado algo de garganta. La magia del estudio.



No valdría la pena describir cada uno de los ocho cortes de este trabajo ya que la repetición sería norma.
Intros de riff pesados, como en el adelanto “God is Dead?”, líneas dispersas de voz y grooves contundentes son los ingredientes de la práctica totalidad de los temas que componen el disco. 

Estamos ante temas de seis o siete minutos de media cuyos comienzos casi siempre prometen más de lo que terminan dando, y en donde la calidad reside no en la altura de sus composiciones sino en una clase de sonido muy concreto; en el mero placer de escuchar a los clásicos Black Sabbath, con una producción envidiable en la que sobresale, sobre todo, el fantástico trabajo hecho con las guitarras de Iommi, más afiladas que nunca, y la voz de Ozzy, que suena a cantante. 

Destacan grandes riffs (¿qué menos podemos esperar de Iommi?) como el de “Damaged Soul” o el de “Loner”, un tema que podría haberse convertido en lo mejor del disco de haber contado con un tempo más rápido. Destaca también “Live Forever”, tema sin excesivo sabor pero que, sin embargo, nos trae algunos de los ritmos más rápidos que encontraremos durante la (casi) hora que dura “13”.

Destaca sobre todo, por diferente, la sugerente “Zeitgeist”, en la onda de “Planet Caravan”, con esas atmósferas nebulosas tan especiales, guitarra acústica y percusión incluidas. Un tema que suena como un descanso entre los machacones riffs que impregnan los siete cortes restantes, y que puede que pase a ser una de las favoritas del álbum.
La mencionada “Damaged Soul”, con ese riff tan prometedor, o “Dear Father”, que cierra el disco, nos devuelven el metal más pesado hasta el punto de agradecer la llegada del final (ahora sí, con campanas y lluvia).

Cincuenta y cinco minutos de duración dan para mucho. Pueden pasarse en un suspiro, o como un día sin pan. “13” está más cerca de lo segundo que de lo primero, y deja para la edición especial tres temas de duración sensiblemente inferior, que podrían haber dado al conjunto algo más de ligereza.

Black Sabbath han facturado un disco muy digno. Una continuación lógica, si se quiere, de los tiempos pasados que, aunque no volverán, tienen en este trabajo un reflejo claro. Un disco, por su pesadez, más cercano al “Better the Devil You Know” de Heaven and Hell que a “Sabbath Bloody Sabbath”, y que por eso es fácil que, a pesar de atragantarse al principio, las escuchas reposadas a lo largo del tiempo acaben haciéndolo más grande de lo que en las primeras impresiones parece. El tiempo y el público lo dirán.


Julen Figueras



A quien tuviera dudas de cómo iba a sonar el nuevo trabajo, casi 35 años después de que Ozzy fuera oficialmente expulsado de Black Sabbath, solo le bastarán un par de segundos del corte que abre el disco, “End of the Begining”, para descubrirlo. Un tema de inicio que si no fuera por la espectacular producción (a cargo de Rick Rubin) dudaríamos si se trata de un corte extra de su debut de 1970.



 Lento y pesado va avanzando, con la inconfundible voz de Ozzy, durante unos minutos hasta que se produce la habitual arrancada veloz de “the riffman” Iommi. Y tres cuartos de los mismo sucede con el segundo tema, el elejido primer single “God is Dead?”aunque en este casos hay varios amagos antes de llegar al clímax. Y llegado a este punto no es necesario ir describiendo cada uno de sus cortes porque en ellos encontraremos simple y llanamente lo que hacía muchos años que queríamos escuchar de nuevo.


La música de los Black Sabbath originales solo se puede describir en términos de emociones, de las emociones que los riffs pesados, siempre parecidos pero jamás iguales de Mr Iommi, la base rítmica tan machacona o esa voz tan especial de Ozzy trasmiten. Para algunos, como uno de los primeros críticos que escuchó a la banda en 1969, lo podríamos describir como el ruido que produce el tirar por el suelo toda una cacharrería, pero para mí, y para otros tantos miles, se trata de plasmar en cuatro acordes y unos pocos versos lo más oscuro del ser humano y lo más decadente de nuestro modus vivendi y de nuestra hipócrita sociedad.

Black Sabbath son lo que no queremos ver, son la sombra que produce la artificial luz del neón. Es el reencuentro con nuestras pesadillas, con nuestro lado oscuro, aquellos hippies que renegaron del flower-power hoy son consagrados y multimillonarios ancianos pero son los indiscutibles padrinos del heavy metal, de lo más negro que este género aportó al mundo de la música pop. Y si mil veces fueron copiados, en el disco nos demuestran que nunca han sido superados.

Es indudable que muchas bandas, sobretodo a partir de los noventa, vindicaron a la banda y cuando menos dos subgéneros surgieron como “homenaje” al primer sonido Sabbath, el Doom Metal y el Stoner Rock/Stoner Metal. Grandes bandas han surgido desde entonces en esos estilos pero mi memoria no alcanza a recordar ninguna donde se conjuren un guitarrista como Iommy con una voz como la de Ozzy.

 Respecto a Ozzy muchos seguirán pensando que es un cantante mediocre. Su voz en este disco está, milagrosamente, al mismo nivel de sus gloriosos y politoxicómanos setenta, con lo cual si no te gustó nunca, la seguirás aborreciendo pero si consideras que siempre fue y será una pieza clave en el sonido Sabbath, estarás de enhorabuena.

Es cierto que, por tristes desavenencias pecuniarias tan solo podemos disfrutar en el disco de ¾ partes de los Sabbath originales y el bueno Bill Bard de ha sido “substituido” en el estudio por Brad Wilk (Rage Against the Machine, Audioslave) y actualmente esa plaza la ocupa Tommy Cufletos (Ozzy Osbourne, Rob Zombie, Ted Nugent, Alice Cooper) pero el disco es 100% Sabbath. Así que apaga las luces, dale al play, sube el volumen y atrévete a disfrutar del universo sonoro más genuinamente oscuro del rock. Larga vida a Black Sabbath!

Òscar “Zep” Herrera





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