Confieso que no me fié ni
un pelo cuando vi este disco en las estanterías por primera vez…
¿The Cult? ¿Estos tíos vestidos de cuero, con cinturones de balas
y aspecto de duros hard-rockeros, son los mismos de “Love”?
¿Otros que se apuntan al carro a ver si suena la flauta? ¿Rick
Rubin a los mandos? Uuuuuummmmm…. era sospechoso cuando menos.
Pero me arriesgué, y
cuando la aguja empezó a desgranar los sincopados acedecedianos
acordes de “Wild Flower”, empecé a pensar que ésto no era
ninguna broma… y cuando entró esa batería, absolutamente simple
pero absolutamente contundente, las dudas empezaron a despejarse del
todo. Pensé: “Dioooooossss, que no sea el típico disco con un
tema para engancharte y el resto una colada de relleno….”.
“Peace Dog”
aumentó mi confianza. Duffy y su riff monumental, en un tema aún
más hard que el anterior, nos confirma que esta gente también ha
mamado de fuentes mucho más rockeras de lo que nos imaginábamos. El
único pero, si es que se puede poner alguno, son esos coros que
deslucen el quizá mejor solo de guitarra del disco.
El disco empieza a ser
una oda al macarrismo más absoluto.
Y llega “Lil’ Devil”.
Un tema casi perfecto: sin perder un ápice de fuerza con respecto a
los anteriores, se nos muestra una canción comercial, pegadiza,
ideal para las FM americanas mientras conducimos nuestra Harley o
nuestro Chevrolet Camaro. Que no pare, por favor, que no pare ésto….
Y no para. El siguiente
puñetazo es, a mi juicio, uno de los mejores números del disco: el
impresionante “Aphrodisiac Jacket”. Con Astbury y su repertorio
de alaridos y gritos campando a sus anchas. Con Duffy haciendo de las
suyas también con otro riff para enmarcar, y otro solo, como los del
resto del disco, corto, corto, pero contundente. Y la pegada de un
tal Les Warner (por cierto… ¿qué habrá sido de este hombre?),
eficacísima y perfecta para un disco como éste…. sin floritutas…
solo pegada.
En “Electric
Ocean”, y aún noqueados por la demostración de fuerza anterior,
rebajamos un poco el voltaje. Ojo… que no es un tema que nos relaje
precisamente, volvemos a recordar a los hermanos Young en su versión
más Scott, aunque los dichosos coros nos sigan rechinando un poco.
Con la velocidad de
“Bad Fun” vuelven las ganas de coger la moto y largarnos hasta
donde dé el depósito…. la sección rítmica de Stewart y Warner
toma aquí el mando, y deja a Duffy más liberado para hacer de las
suyas con la solista.
La segunda cara….
ah, perdón… estaba pensando en esos buenos tiempos donde el vinilo
gobernaba el mundo…. empezaba con “King Contrary Man”, un tema
canalla y tabernero, que sirve de perfecto preámbulo para el
numerazo del disco… el que no mueva el culo con “Love Removal
Machine”, señoras y señores, está muerto. Muerto y enterrado.
Una de esas canciones que te anima el día. En serio… igual que
empiezas el día con un buen tazón de lo que sea, que lo amenice un
artefacto como éste, te da la batería necesaria para comerse al que
sea. Las cosas no se ven igual después de haberte metido esta dosis
en forma de riff perfecto. Y… ¿qué me dicen de la apoteosis
final, con el tema absolutamente desbocado, Duffy soltando notas a
diestro y siniestro, Astbury chillando como un poseso… ? No hay
palabras, amigos, descubranlo (si no lo han hecho ya) por sí mismos.
Nos levantamos del
suelo, después de habernos revolcado un rato con el numerazo
anterior, y nos encontramos con un clásico. El particular homenaje
de los ingleses a Steppenwolf, ese grupo que, sin ser de los grandes,
acuñó en su día el término “heavy metal” con este “Born To
Be Wild”. He de confesaros que tengo una especial manía a esta
canción. Las pocas, poquísimas veces que me he dejado caer por esos
engendros de local llamados “karaokes” (supongo que absolutamente
borracho,… si no, de qué, moreno…) siempre ha habido algún
retrasado mental destrozando la canción. Esta versión de The Cult,
afortunadamente, me reconcilia con ella.
“Outlaw” nos golpea
cerca del final del disco, como si un desfile de Hell Angels
estuviera cruzando el salón de tu casa. Es, efectivamente, un tema
perfecto para “outlaws”.
Y, amigos, el final llega
con “Memphis Hip Shake”, que no es precisamente el mejor tema del
disco, pero que tampoco le pierde la cara a todas las demostraciones
de fuerza anteriores.
Señores… la vida no
fue lo mismo después de haber oído este pepinazo. Adiós (aunque
solo fuera de momento) a los Cult refinados, con tantas
reminiscencias ochenta, y cercanos al pop o al gótico.
A partir de
ese momento, nos descubrimos ante dos pesos pesados del hard rock
como son el tándem Duffy-Astbury. Y esto no había hecho sino
empezar. Lo que seguiría después, esa otra obra de arte que es
“Sonic Temple”, nos devolvería el puñetazo multiplicado por
diez. Lástima que, a partir de ahí, se parara la progresión
(recuperada levemente con “Beyond Good And Evil”, para mí, el
cenit de esta gente), para caer ya en experimentos que mejor podrían
haber hecho con gaseosa.
De todas formas, y aunque
solo sea por este trabajo que este humilde servidor se atreve a
comentar, Astbury y Duffy ya tienen su palco de honor en el Infierno.
“Ritchie”
Moreno
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