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Si “Mood swings” supuso un giro a
un sonido más hard rockero y personal que el del debut, la tercera
obra de los canadienses Harem Scarem demostró que Hess y Lesperance
no son la clase de músicos cerrados a lo que les rodea ni de los que
se conforman con repetir la misma fórmula, algo de lo que han hecho
gala a lo largo de su carrera.
Con un giro arriesgado e innegablemente
influidos por una época en la que predominaba un sonido tan oscuro y
gris como la portada de su nueva entrega, “Voice of reason” fue
el disco que provocó un cisma entre los fans, y es que si bien
siempre se ha asociado el rechazo a cualquier indicio de cambio al
público netamente metalero, el panorama melódico puede llegar a ser
igual de intransigente.
El caso es que, polémicas aparte,
“Voice of reason” es un disco extraordinario, en el cual
Lesperance se volcó por completo y firmó su trabajo más intenso,
rico y espectacular a la guitarra y Harry Hess, aparte de su
solvencia habitual a la voz, firmó unas letras inspiradas como
nunca.
El tema título, cuyo ritmo inicial
casi podríamos decir que tiene una estructura progresiva, desemboca
en un riff de cariz oscuro y pesado pero a su vez ofrece una luz
cálida en estribillo y puente que precede a uno de los grandes solos
que nos deja Lesperance. Se puede decir que es la tónica que sigue
el disco.
“Blue”, el elegido como single y del que se grabó un
video clip también diferente a lo habitual, con una elegante intro a
capella puede que fuera el tema con más posibilidades comerciales,
gracias sobre todo al enfoque vocal por parte de Hess y otro de los
solos para enmarcar de Pete.
En general es un disco homogéneo,
de los que da gusto escuchar de principio a fin, pero podemos
destacar perlas como “Warning a frozen rose” con un piano lírico
como apertura y una de las letras más inspiradas que nunca haya
firmado Harry Hess sobre una relación dañada sin remedio y dos
partes que se resisten a verlo; “Breathing sand” cuyo título ya
habla por sí mismo y en el que parte de los coros pueden traer
fácilmente recuerdos de Queen (ese “Love-hate affair”); la
atmósfera pesada y casi opresiva de “Candle”, que da un giro en
un estribillo melódico magnífico (como curiosidad, la versión
acústica incluida en la edición japonesa no desmerece a la
eléctrica); “Untouched”, vuelve a sacar lo mejor de la pluma de
Hess y musicalmente está dominado por completo por el wah de
Lesperance y un luminoso estribillo arropado por unos arreglos
acústicos de fondo de los que enriquecen y embellecen.
Y en cuanto
al terreno de las baladas, tampoco tenemos cortes al uso: “Let it
go” parte de un inicio en el que Lesperance utiliza un sonido poco
habitual en la guitarra como si de un teclado melancólico se tratara
y acompaña al tema a modo de arreglo durante todo su desarrollo, y
para cerrar “Necessary evil”, un perfecto broche del que siempre
he admirado ese pequeño arreglo de piano al fondo.
Es difícil plasmar las sensaciones que
transmite este disco con simples palabras, los matices y arreglos que
tiene se van apreciando conforme más escuchas se le da y es de los
que, si te agarra, jamás te soltará sin importar cuantas veces
acudas a él.
Albytor
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